Desde el texto La
entrevista y la crónica, Rafael López (2009) menciona que la estructura formal de la crónica es
completamente libre. No obstante, se distinguen cuatro partes: el titular, la
presentación, el cuerpo y la conclusión:
1.
El titular
En él atraemos la atención del lector. Este puede ir
acompañado de un subtítulo. Siguiendo a Rafael López (2009), el titular debe
contener elementos interpretativos, es decir, debe brindar indicios para que el
lector comprenda la temática de la que se va a tratar. Así mismo, en él debemos evitar los elementos
ambiguos y confusos, “ya que un titular frío e imparcial podría confundir al
lector” (p. 25).
2.
La presentación o introducción
La
presentación puede ser un párrafo o más, dependiendo de la intencionalidad y el
gusto del autor. La presentación tiene la finalidad de atraer al lector por eso
tiene que “resultar atractivo y eficaz, pues de otro modo el lector pasará a
otro texto” (Serafini, 1994, p. 162). Para lograr dicha finalidad, nos servimos
de diferentes tipos de introducción. En la Introducción-síntesis,
resumimos el tema o la tesis del escrito, en ocasiones desarrollando el título,
es decir, brindamos información sobre el contenido del texto. En La
introducción con anécdota o descriptiva, presentamos un hecho concreto y una experiencia
individual, un juicio convincente, una descripción de un hecho. En La
introducción cita, una de
las formas más eficaces para atraer la atención del lector, usamos proverbios,
refranes versos de un poema, líneas de una novela o cuento, palabras de una
entrevista o la letra de una canción, teniendo en cuenta que “el contenido de
la cita se ajuste de manera no forzada al tema del texto” (Serafini, 1994, p. 164).
En La
introducción interrogante, damos inicio al texto por medio de una
pregunta, que desarrollaremos en el texto y que, en ocasiones, añadiremos otras
interrogantes que ilustren los
diferentes aspectos de la cuestión inicial. Y, por último, en La
introducción analogía, desarrollaremos una comparación entre el tema
del escrito y otra situación, es decir, presentaremos el tema con un contexto similar
capaz de atraer la atención del lector.
3.
El desarrollo del contenido
Aquí desarrollamos la información presentada en el
titular y en el párrafo inicial y debe responder a las seis preguntas básicas (qué,
quién, cómo, cuándo, dónde y por qué) “según la importancia que cada una de
ellas tenga” (López, 2009, p. 41). Aquí podemos mezclar información con
interpretación. El orden depende más de la organización y coherencia interna
que de la jerarquía temática de la información. Además, el cuerpo contiene los
antecedentes, los datos necesarios para contextualizar la información y así
poder entenderla sin problemas.
4.
Conclusión
A veces el cuerpo termina con una conclusión, frase
o párrafo de cierre. Al igual que la introducción, la conclusión tiene una
función particular: “la de dejar un buen recuerdo, enviar un postrer mensaje
que resuma el sentido del escrito y dar a la lectura un sentido de plenitud” (Serafini, 1994, p. 166). De ahí que es
pertinente que conozcamos los diferentes tipos de conclusión para poder
terminar un texto.
Aclaramos
que la presentación de los tipos de conclusión siguen la misma tipología vista
para la introducción. Con la
conclusión-síntesis resumimos las principales ideas del escrito. Con
La conclusión con anécdota o descriptiva
presentamos un hecho
concreto y una experiencia individual, un juicio convincente, una descripción
de un hecho. Con su uso recuperamos el hilo conductor del todo el texto a través
los elementos narrativos. En La conclusión cita, como
ya vimos con la introducción, usamos proverbios, refranes versos de un poema,
líneas de una novela o cuento, palabras de una entrevista o la letra de una
canción, sin olvidar que el contenido de la cita se ajusta de manera no forzada
al tema del texto. En La conclusión interrogante, planteamos al final del escrito las cuestiones no
resueltas, los problemas abiertos a las hipótesis de futuro. Y, por último, en La
conclusión analogía, hacemos una comparación entre el tema del escrito y
otra situación. “Se trata de una última imagen o idea que se utiliza para
reforzar los asuntos ya tratados en el escritorio” (Serafini, 1994, p. 169).
Por Édgar Fabián Amaya Güiza
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