Por Yoshua
Sandoval
Imagínate jugar en el equipo de tus amores, aquel
que te ha visto crecer física y futbolísticamente, agrégale que ya has dejado
de ser la promesa del club para ser una de las figuras.
Ya transcurre tu quinto año con el primer equipo,
cinco años en los cuales has evolucionado hasta convertirte en portada de
revista, la imagen de empresas trasatlánticas y claro eres el ídolo de todos
los niños, entrenamiento que hacen a puerta abierta, entreno en el que ves a
más pequeños con tu nombre en su camiseta.
En estos años todo ha ido de maravilla: campeón de
liga, ya conseguiste la copa doméstica, incluso aquel anhelo que para muchos es
inalcanzable; tú lo has conseguido dos veces, una Champions League, vamos hasta
con tu selección ya has sido campeón continental, lo has logrado casi todo en
un suspiro.
Pareciera que tu carrera futbolística va a ser de
aquellas que se recordaran por tu gran nivel, lo que aportarás para tu club y
tu selección, todos los periodistas te señalan como la próxima leyenda de tu
país, pero llega ese maldito año, un año en que te pasa de todo.
Primero te da un alivio por jamás haber sufrido una
lesión y en ese año has sufrido ya cuatro casi en fila, claramente eso afecta
tu juego y se empieza a barajar la posibilidad que sólo hayas sido una estrella
fugaz y que las lesiones se convertirán en la novia de tu andar en el balompié.
Todo va mal con tu club y por supuesto lo mismo sucede en la selección, te
dejan de convocar para que sanen tus lesiones.
Después de un año para el olvido, tus males parecen
sanar, le comunicas tu sentir al seleccionador nacional, nada afecta tu optimismo
a falta de dos meses para alcanzar el trofeo que se te resiste “la copa del
mundo” pero otra lesión parece que te deja fuera de la competencia, las
lágrimas corren por tu cara porque sabes que no sólo se ha roto un músculo,
sabes que se ha destrozado tu espíritu, ese que te ha llevado a conquistar
tanto parece que te abandona con ese tobillo deshecho, todos te animan pero
pocos entienden tu dolor, aquel indescriptible en el que sabes que tu momento
era ese y parece esfumarse en tan sólo un suspiro.
Con las dudas de los médicos, la constante presión
de la prensa y la incertidumbre del entrenador, el técnico decide llevarte en
la lista de los 23, eso a cualquiera animaría al instante pero tú sabes que no
vas en la mejor forma.
Viene el primer partido, lo afrontas con
angustia, tu peor enemigo y una mala entrada te devuelve al suelo, otra vez
parece que serás baja para todo el certamen, tu equipo pierde el primer partido
y sientes como el mundo se te viene encima, te preguntas ¿cómo todo se ha
volcado para que te vaya tan mal?
En el segundo encuentro el técnico decide
reservarte para otro juego, tu equipo gana y se coloca a un paso de mantener el
sueño vivo del mundial.
Para el tercer partido te alinean y para tu
sorpresa marcas el gol de la victoria, todo el país pendiente porque ya están
en octavos de final donde la verdadera competencia inicia.
Con la mínima diferencia tú y tus compañeros han
llegado a donde nadie lo pensaba, la selección está en la final de un mundial,
algo que sólo tu generación lo ha conseguido, muchas cosas pasan por tu mente,
después de un año que parecía olvidarías para replantear el siguiente, puede
ser el año que te marque para toda tu vida.
El majestuoso escenario te recibía: estadio a
reventar, más de cien millones de personas viéndote por TV, todo un país que
quiere ver triunfar a los 11 que los representan, la noche te abrasa y ahí
está; mágica como siempre, impensable para ti en el pasado, pero la tienes a
dos pasos “la copa del mundo” la miras aunque alguno escépticos digan que es de
mala suerte, tú la deseas como a nadie.
El árbitro da el pitazo inicial, una batalla
campal, el delantero dispara y el portero ataja, después tu compañero en medio
del campo lo intenta pero otra vez el guardameta salva al equipo, así los
minutos corren, el partido se convierte poco a poco en un duelo que se definirá
por un error, es cuando lo que no querías sucede, tu compañero en defensa se
rezaga, el trazo para el delantero contrario lo deja a placer para finiquitar
el mundial y robarte tu sueño, es cuando aquel ángel de la guarda que los ha
mantenido en el torneo aparece…atajadón de tu portero, la calma vuelve en ti
pero el reloj marca el minuto 90, nos vamos a tiempo extra y dices “put….dre a
sufrir otros treinta minutos”.
Pero el que sufre es el rival, tus 11 compañeros se
asocian y llegan 1, 2 y hasta 3 veces pero el guardavallas está dando el
partido de su vida, sólo se escucha a tu compañero “está impasable” otro le
anima “¡vamos! Carajo, esto lo ganamos… te lo juro”.
Así termina el 1er tiempo extra con empate a cero,
por en tu mente sólo corren aquellos comentarios en el que decían “este país no
hará nada importante a nivel internacional” “la copa del mundo es una ilusión,
no se engañen” es cuando a cuatro minutos del final te la centra tu compañero,
rechaza el defensa, el rebote le queda al camisa 10 de tu equipo te la toca y
estas solo; de repente todo por un instante se silencia, el ruido de la
afición, los gritos de los tuyos, simplemente están tú y el balón, disparas y…
¡GOOOOOOOL! Te cubres de gloria, no lo puedes creer todas esas dudas
desaparecen de a poco, estas a punto de coronarte campeón del mundo, es cuando
deseas que el árbitro pite el final, pero quedan 3 minutos más de
incertidumbre. De repente llega el momento que estabas esperando, se acaba el
partido; todo el dolor, las lesiones, comentarios y llantos han quedado atrás,
ahora esas lágrimas que derramaste de dolor son de alegría has logrado junto a
tus compañeros lo inigualable ¡el campeonato del mundo! sólo esbozas un “¡SOMOS
CAMPEONES!, vamos que hay que festejar” así lo entiendes y un año que se iba a
la basura termina como el más hermoso en tu carrera
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